miércoles, 23 de marzo de 2011

Lo bueno de la vida es que unos vienen y otros van. Yo soy normal

No creo ser una buena persona. Soy bastante común en mis sentimientos y mis reacciones. Odio mi trabajo. Siento algo de resentimiento hacia mi mujer por haberse embarazado y hacia mi, por no haber aceptado desde chico mis responsabilidades. Me aburre la cháchara insulsa de los vecinos pero no dejo de invitarlos a tomar unas cervezas los fines de semana. Es que siento que necesito de los demás, aunque no estoy seguro del motivo. He tratado de quedarme solo. De no hablar con nadie, ni siquiera en el trabajo. De no reaccionar a las amonestaciones domésticas ni a los pedidos monetarios de mis hijos. He logrado no tener que hablar ni para comprar el pan del desayuno. Incluso he logrado soñar sin diálogos. Pero luego de unos días he vuelto a lo mismo. Al "buenos días, amor", "Buenos días, señora", "¿Todo bien por casa?" "¿Y, por quién vas a votar?". No soy una persona especial y por eso me es imposible negar mi gregarismo. Debo confesar que, incluso, llevo casado tantos años por muchas razones pero, sobre todo, porque necesito como el aire decir "Hasta mañana" antes de cerrar los ojos. Es como si ese mantra me permitiera no desaparecer en la oscuridad de mis sueños. Como si firmara un contrato que me obligara a volver a la vida, al momento de sonar el despertador, al siguiente día.

lunes, 21 de marzo de 2011

El trabajo dignifica pero no entiendo bien que significa dignifica. Alcanzo a ver que rima con caja chica

Cada mañana, al abrir los ojos, siento una punzada en la boca del estómago. Es tiempo de levantarse para ir a trabajar. A pesar de todos los años en que lo hago, no he podido acostumbrarme a abandonar la comodidad de mi cama para enfrentar una ducha fría; un desayuno, que no es más que una taza de té con pan; una hora dentro de una lata de conservas aplastado por docenas de insectos que, como yo, se dirigen a morirse lentamente y sin expectativas, a cambio de un sueldo mínimo.

La punzada es inevitable incluso los domingos. He tratado de evitarlo porque impide que pueda controlar mis niveles de estrés a lo largo del día, pero hasta ahora ha sido imposible. Estoy acostumbrado a sentir cómo se hace más fuerte y va subiendo por mi pecho hasta dificultar mi respiración a eso de las doce del día. Apoderarse de mis amígdalas a las tres de la tarde. Y, obligarme a vomitar, de impotencia y frustración, -casi con puntualidad inglesa- a las 5 p.m. 

miércoles, 16 de marzo de 2011

Qué pasará, que misterio habrá, hoy puede ser mi gran noche

Me envuelvo con un par de mantas gruesas. Hace demasiado frío y la artritis incipiente es una prueba más de la vejez que se me viene. Debería estar trabajando pero no me importa. Hoy voy a dejar colgados los saludos zalameros y mi condición de perrito faldero que busca un contrato más estable a cambio de su dignidad. Hoy voy a ver televisión hasta que me duelan los ojos, apagar el teléfono y comer todas las frituras que mi esposa -con la autoridad que le da una licenciatura en nutrición- me ha prohibido. Hoy voy a parecerme un poquito a la persona que sería si tuviera valor: Un zángano mantenido que sufre de urticaria cuando le hablan de "productividad". No pienso levantarme de la cama ni para reprender a mi hijo que ha vuelto a llegar borracho, ni para ver pasar por la ventana a la vecina de comestibles caderas que, a veces, me regala una sonrisa coqueta. Voy a pasar por la vida, las siguientes 24 horas, con la misma constancia con que he dejado que se me pase la vida las últimas décadas. Y mañana me putearán en el trabajo. Me puteará mi mujer. Y mientras mi hijo de ojos vidriosos se burle de lo patético que es su padre , me arrepentiré de haber sido tan descuidado. Mañana será un día de mierda, pero hoy es mi cumpleaños.

El amor, quizás si son sólo palabras que se dicen al azar

Me casé por la misma razón por la que lo hacían todos en mi juventud: Porqué mi novia estaba embarazada. Nunca tuve la menor duda: Apenas me enseñó la prueba, se lo propuse. Sin embargo, no se puso lo feliz que esperaba. Quizás, aliviada, pero no feliz. Me sentí extraño pues pensé que estaba muy enamorada de mí. Por mi parte, jamás dudé de mis sentimientos hacia ella: Nunca la amé. Pero no sólo a ella. Nunca he tenido un sentimiento romántico demasiado profundo en ninguna de mis relaciones. Tampoco he tenido un amor platónico que recuerde.

El aspecto emocional de mi vida nunca ha sido tempestuoso, así que renuncié sin problemas a una soltería sin brillo. Quince años después sigo casado con ella. Podría decir que la quiero, pero querer no es el verbo preciso para describir la sensación de costumbre y desgano que nos mantiene unidos. Quizás, no reaccionó mejor a mi proposición, pues de una manera subconsciente, sospechaba la escala de grises en que se convertiría nuestro matrimonio.

Ahora está frente a mí. Ambos fingimos estar muy ocupados para evitar un contacto verbal que no deseamos en este momento. La observó. Ha engordado mucho pero creo que aún es atractiva. Quizás si hiciera ejercicio podría tomar el valor de dejarme. Creo que me sentiría aliviado de no seguir envejeciendo a su lado.

martes, 15 de marzo de 2011

¡Se siente, se siente, Antonio está presente!

Como habrán deducido por el título del post, me llamo Antonio. Además, apellido Ramos García. No provengo de una familia adinerada ni de antiguo abolengo. No soy un Domingo de Ramos, ni pariente en tercer grado de Charly García. Ni siquiera conozco mi árbol genealógico, y dudo -por otra parte- que sea mayor a un raquítico arbusto de tundra alto andina. 

Tengo cuarenta años, que no se detienen para tomarse un respiro; una calva frontal, que ya no podría considerarse incipiente; un trabajo miserable, de paga mensual que suele terminarse en doce días; un pasado sin gloria; y, un futuro que, sólo luego de media docena de cervezas, tiene expectativas. Además, tengo dos hijos - y a pesar de vivir con ellos, a veces dudo que sepan que existo-; tengo una esposa sin sexo y solía tener una amante hasta que se acabó el sexo y decidí que no estaba preparado para dos matrimonios idénticos. 
Tengo, en resumen, una vida común -muy cercana al promedio-; y, tengo este blog por la sencilla razón de que lo que no tengo en absoluto, son amigos.