miércoles, 16 de marzo de 2011

El amor, quizás si son sólo palabras que se dicen al azar

Me casé por la misma razón por la que lo hacían todos en mi juventud: Porqué mi novia estaba embarazada. Nunca tuve la menor duda: Apenas me enseñó la prueba, se lo propuse. Sin embargo, no se puso lo feliz que esperaba. Quizás, aliviada, pero no feliz. Me sentí extraño pues pensé que estaba muy enamorada de mí. Por mi parte, jamás dudé de mis sentimientos hacia ella: Nunca la amé. Pero no sólo a ella. Nunca he tenido un sentimiento romántico demasiado profundo en ninguna de mis relaciones. Tampoco he tenido un amor platónico que recuerde.

El aspecto emocional de mi vida nunca ha sido tempestuoso, así que renuncié sin problemas a una soltería sin brillo. Quince años después sigo casado con ella. Podría decir que la quiero, pero querer no es el verbo preciso para describir la sensación de costumbre y desgano que nos mantiene unidos. Quizás, no reaccionó mejor a mi proposición, pues de una manera subconsciente, sospechaba la escala de grises en que se convertiría nuestro matrimonio.

Ahora está frente a mí. Ambos fingimos estar muy ocupados para evitar un contacto verbal que no deseamos en este momento. La observó. Ha engordado mucho pero creo que aún es atractiva. Quizás si hiciera ejercicio podría tomar el valor de dejarme. Creo que me sentiría aliviado de no seguir envejeciendo a su lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario