miércoles, 23 de marzo de 2011

Lo bueno de la vida es que unos vienen y otros van. Yo soy normal

No creo ser una buena persona. Soy bastante común en mis sentimientos y mis reacciones. Odio mi trabajo. Siento algo de resentimiento hacia mi mujer por haberse embarazado y hacia mi, por no haber aceptado desde chico mis responsabilidades. Me aburre la cháchara insulsa de los vecinos pero no dejo de invitarlos a tomar unas cervezas los fines de semana. Es que siento que necesito de los demás, aunque no estoy seguro del motivo. He tratado de quedarme solo. De no hablar con nadie, ni siquiera en el trabajo. De no reaccionar a las amonestaciones domésticas ni a los pedidos monetarios de mis hijos. He logrado no tener que hablar ni para comprar el pan del desayuno. Incluso he logrado soñar sin diálogos. Pero luego de unos días he vuelto a lo mismo. Al "buenos días, amor", "Buenos días, señora", "¿Todo bien por casa?" "¿Y, por quién vas a votar?". No soy una persona especial y por eso me es imposible negar mi gregarismo. Debo confesar que, incluso, llevo casado tantos años por muchas razones pero, sobre todo, porque necesito como el aire decir "Hasta mañana" antes de cerrar los ojos. Es como si ese mantra me permitiera no desaparecer en la oscuridad de mis sueños. Como si firmara un contrato que me obligara a volver a la vida, al momento de sonar el despertador, al siguiente día.

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